viernes, 29 de enero de 2010

Mi vida era solo lo que yo quería, lo que yo necesitaba, yo antes que nadie y sin importarme nadie. Dicen que los que menos tienen son los más solidarios ¿será porque comprenden en carne propia el dolor del otro? Solidaridad, tal vez sea comprender que no hay felicidad de uno si no hay felicidad de todos. Cuando sos madre no hay felicidad posible para vos si no podes darle una vida feliz a tu hijo. No podes ser feliz si el ser que amas no es feliz. Pero la verdadera solidaridad es cuando extendes tu amor, cuando el otro, por el solo hecho de ser un ser humano, te importa. Ser solidario es arriesgarse por el otro, con determinación, sin dudarlo, es jugarse. Uno es solidario cuando siente el profundo deber de cuidar al resto como si fueran sus hijos. La solidaridad aparece cuando entendemos que todos somos lo mismo, somos uno. Ponerte en el lugar del otro. Amar al otro como si fueras vos mismo. Que tu vida valga por el valor que le das a la vida de los demás. Conocí el mundo, sus lugares más exóticos. Viajé por tierra, por aire, por mar, fui lo que quise ser, y confieso que mientras todos estaban llorando yo estaba de fiesta, y después maldije que muchos estuvieran de fiesta mientras yo lloraba la perdida de mi hija. Ahora sé que ya no hay fiesta para mi mientras otros lloran, ahora por fin encontré una buena razón para morir.










jueves, 28 de enero de 2010

miércoles, 27 de enero de 2010

No necesito habilidades para estar bien, no necesito magia ni vidas mágicas. Me parece que más que pedir habilidades tengo que agradecer. No sé, todo tengo que agradecer. La familia que tengo allá, los amigos que tengo acá, viajar en el tiempo. Es mágico. Y sí, hay mil bondis y cosas que pasan pero lo más importante es que hay mucho amor. ¿Y existe algo más mágico que el amor? El amor es tan mágico que no se explica. Cualquiera puede hacer magia, con una mirada, con una caricia, con una palabra. Podes hacer aparecer algo que parecía imposible. El amor y la magia son anónimos, no tienen nombre, ni cara ni voz, hasta que aparecen y te cambian la vida. Todos los días uno puede hacer magia. Todos los días podemos ser magos, descubrir nuestras habilidades y usarlas. Sin superpoderes, sin trucos, sin ilusiones, hacer magia con lo que se tiene, y sonreír. Ya lo dijo el mago, si uno cree, si tiene fe en lo que ve, eso que ve es real. No hace falta ser magos por un día, solo hay que abrir los ojos y ver, en una comida, en un olor, en una mirada. La magia que la vida nos regala todos los días. Siempre buscamos soluciones mágicas, adelgazar en tres días, hacerse rico en tres semanas, y ahí no está la magia de la vida. La vida no nos regala fórmulas mágicas, eso pasa en el cine, en los libros, en la tele. La vida si está llena de magia, de misterios, de sorpresas, de ilusiones, de trucos. Tal vez nos gustaría ser magos por un día, porque nada nos garantiza que algo no nos parte el eje y nos robe la magia, nos rompa la ilusión, nos quite el amor, la vida. Pero yo creo que es mucho mejor confiar en la magia que en las soluciones mágicas.

lunes, 25 de enero de 2010

Por suerte siempre hay otra opción, y siempre hay otras oportunidades. Me preguntan si no me voy a arrepentir de dar a luz y perder mi vida, y yo les digo que no, de eso no me arrepiento. Una elección es una cuenta regresiva. Cuando llega a cero ya no se puede volver a tras ni arrepentirse de nada. Que sentimiento extraño es el arrepentimiento ¿no? Porque ¿de qué se arrepiente uno? ¿Será posible que el arrepentimiento lo haga a uno arrepentirse de haber sido feliz? Es un poco canalla arrepentirse del baile solo porque el baile se va a terminar ¿no? El arrepentimiento por lo que hicimos mal duele, pero el arrepentimiento por lo que no hicimos es amargo. Yo creo que hay cosas de las cuales hay que arrepentirse. No digo flagelarlos pero dejémonos de escorchar, una filosofía medio egoísta “ah, no me arrepiento de nada…”. Yo, como para dar un ejemplo, me arrepiento, y me arrepiento de no haberme arrepentido antes. Yo me arrepiento, por ejemplo, de haber hecho mucho daño y no tener tiempo de repararlo. Me arrepiento de no haberlos amado antes. Me arrepiento de no haber tenido más charlas que ayuden a abrir los ojos a tiempo. Porque pregunto, al pasar ¿Cuántas lagrimas se hubieran ahorrado si yo me redimía antes? Un año antes, un mes antes, un minuto antes al menos. Hay que arrepentirse de lo que hacemos mal, y hay que arrepentirse de lo que no hacemos, antes de que se termine todo y no haya más tiempo.

Cuando era chica mi mamá me llevaba a jugar siempre a las maquinitas. Siempre fui de enojarme fácil, como ahora. Cuando jugaba un jueguito y no me salía lo que quería hacer me enojaba mucho. Si no podía pasar de nivel o derrotar al malvado me enfurecía. Si no podía ganar le pegaba a la máquina, la sacudía casi hasta romperla. Y si perdía golpeaba, sacudía y le pegaba a la maquina hasta que se tildaba. Odiaba que se me termine el juego. Yo sé que la vida es una rueda, pero odio saber que la rueda va a seguir girando sin mí. Siempre me enfureció el fin del juego, que se me acaben las vidas o que se tilde la máquina. Eso siempre me dio bronca y tristeza a la vez. Vi que es mi turno, mi fin de juego, desde que vi lo que vi estoy así, tildada. El problema no es lo que se viene sino saber lo que se viene. Yo no puedo evitar ver el futuro y no es un don, es algo insoportable. No puedo evitar pensar en la vida que va a seguir sin mí, en que solo voy a ser un recuerdo para la gente que amo. No puedo dejar de pensar en todo lo que no voy a disfrutar. No puedo dejar de pensar en lo que no voy a hacer, en lo que no voy a poder hacer nunca más. No quiero, no quiero saber que muero mañana, que muero pronto. No quiero saber que se terminan los “sí, acepto”, ni que se terminen las aventuras de superhéroes. No quiero saber que esto se termina. No quiero saber mi futuro. Hay dolores con los que no se puede vivir, dolores que te paralizan, que te bloquean, que te tildan. Vivir sabiendo que voy a morir me saca la pasión, los sueños, la ilusión, me vacía de vida. No puedo vivir con el dolor de saber que voy a morir pronto. Por eso elijo vivir con la mente en blanco, sin pasado, sin futuro, paralizada en un presente sin memoria, dormida con los ojos abiertos, tildada.